Poema basado en una oración de Teresa de Calcuta

«En mi corazón no hay fe, ni amor, ni confianza, hay tantísimo dolor, el dolor del anhelo»

Madre Teresa de Calcuta

Solo hay silencio en esta habitación. 

Siento una soledad tan profunda 

que dudo de si existo. 

No acierto a conocerme,

no queda ya ni el eco de mis pasos. 

Solo existe un vacío tan inmenso 

donde ya no me aguarda 

ni el anhelo de Dios. 

El está destruyendo todo en mí. 

Sin embargo me ahoga 

una sed innombrable 

cuyo origen ignoro

mas que siempre me arrastra. 

Esta sed sin sentido 

-a la que tan en vano me encomiendo- 

ni siquiera me sacia 

con su impulso constante,

pues tan solo conduce

a seguir más sediento. 

Esta sed que es mi emblema, 

mi último bastión, mi único designio conocido, 

me separa de ti. 

LLevatela, de pronto, mi Señor,

que no quiera aferrarme a su desdicha, 

y que pueda ser libre 

para ir a tu encuentro

con la fé verdadera 

del que no tiene nada.

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¿Dónde?

¿Dónde?

                                                             Tabarly, from Tabarly BSO,  Yann Tiersen.

 

 

¿Dónde quieres que fluya

o vague inadvertido, sin trenza ni murmullo?

 

¿Acaso sobre el mar de tus raíces?

Ventanas del azul, pies de libélula,

y un camino de huellas que se pierden

al soplo de la brisa de tu infancia.

 

O puede que descienda

al cielo que dilata tus pupilas.

La cresta de sus nimbos

cayendo, resbalando entre la bruma

cual gota de un cristal impredecible. 

 

O si quieres, mi amor,

que urda este misterio,

y vague inadvertido entre sus hebras

en la firme textura vaporosa

que hila, gota a gota, tus pestañas.

Tan solo dime donde. 

Y por mí, besarás,  

los labios del silencio. 

 

Eloy Sanchez Rosillo

Entonces

 

Nadie nos escucho, nadie lo supo.

Pero tú si me oíste hasta el fondo de ti

y sin ninguna duda lo supiste.

También yo estuve al tanto

de aquel decir cifrado de tus ojos

que, trémulo y audaz, iba llegándome

para que yo tan solo logrará comprenderlo.

Y no, no pudo ser, no pudo ser,

porque hay cosas que no deben cumplirse,

aunque con tanta fuerza y anhelantes

broten de lo más hondo.

Qué tremenda verdad de luz tan triste

y de tan lenta muerte.

Muerte que nunca muere y que es también

infinita alegría, pues nació

de un centro eterno y puro.

 En algún otro mundo, en otra vida

de las que nos aguardan en la rueda del tiempo,

sucederá de nuevo y para siempre

ese fuego hermosísimo que ahora

no alcanzó a propagarse

sino en las galerías del deseo.

Y entonces arderá como él disponga,

con la voracidad de su albedrío,

sin que nada ni nadie nos salve de sus llamas

ni consiga impedir que nos calcine.  

 

Oír la luz. Eloy Sánchez Rosillo

Fernando de Villena

Heraldos

 

Aquellas nubes vienen desde el mar;

en sus contornos llevan la transparencia,

la luz rosiplata con que hilan las sirenas.

 

Aquellas nubes sobre las difusas montañas

son heraldos de azules horizontes móviles

por donde algún día avanzaré

sobre inseguras tablas

hasta la tierra donde los sueños y la realidad

aún confunden sus límites.

Aquellas nubes ágiles como gaviotas

guardan la música de los hexámeros homéricos,

penetran por mis ojos tal espuma en la arena,

aroman de sal y yodo mi sangre.

 

Aquellas nubes frágiles como flores de azahar…

 

Salgo a su encuentro con la emoción

de quien recibe a una doncella hermosa

en ledos esponsales.

 

ARCO DE ROSALES. Fernando de Villena

Ceniza y ramas secas

Ceniza y ramas secas

Ahora que son libres
los últimos peldaños del abismo,
que convertidos en astillas
ya flotan remolcados por el tiempo
hacia el tibio latir del horizonte.

Ahora tú regresas
sigilosa, latente,
como un sueño de escarcha
que despierta implacable
su anhelo de frescura,
en cada gota suspendida en el pasado.

Ahora, recuerda que te fuiste
y el lento entretejer
de las arañas, en el vientre
de tu pecho, callando
cuidadosas, el puro estremecerse
de la vela.

Ahora que son libres
resucitas,
éste vaivén de tibias amapolas
mecidas al suspenso de la espuma,
vibrando como lenguas
de una llama
antaño perceptible.
Y agarras firmes
las cenizas,
confiada en el augurio que proclamas
con fe del que despierta
sumido en la ignorancia de su sueño.

Bien sabes que olvidaste
soñolienta,
la virtud de exprimir hasta las brasas
el dormido fulgor de las cenizas.

Nuevo manual de inexperiencias. Devenir.2011