III

Un beso me ofreciste en la mejilla, solo un beso,

mas mi piel, que es sensible

a cualquier estipendio de tu cuerpo,

se ha quedado prendida

del vértice preciso de tus labios.

Epitafio

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Sobre el estado actual del Blog

Blog de Juan Gregorio

No tiene por qué saber el lector, que este Blog se acerca a paso raudo hacia las mil entradas. La que estás leyendo, sin más, hace la número novecientos noventa y tres –por ahora. Algunos amigos –lectores primeros hace algunos años- me insistieron en que lo que aquí se publica estaría mejor en edición en papel. En un libro, digamos. Y he de reconocer que no ando tan lejos de esa opinión amigable. Algún obstáculo razonable me tiene, sin embargo. Por ejemplo, la prolijidad casi cotidiana con que escribo, pues ponerme al ordenador al finalizar el día se ha convertido en hábito comunicacional conmigo, contigo lector también, y también con la escritura. Por otro lado, el inconveniente al respecto de la imprenta es el grosor del volumen –oneroso con vistas al almacenaje de stock, y a la comodidad manejera en la mano del viandante. También empece, a mi vista…

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Oxford park

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Para Angélica Cerezo

Olvida toda lluvia,

los nublados momentos,

y el piso de alquiler que de nuevo compartes

donde no hiere el sol

ni si quiera en la faz del mediodía

de un domingo de marzo.

Olvídate del tren henchido de bostezos

que, adormilado en la mañana,

no logras despertar

por mucho que madrugue tu osadía

y adelantes las horas

que alejan la estación de tu trabajo.

Olvídate del tráfico

-de la marea animal

que surca la atestada bocacalle –

donde sola te hundes

sin apenas un paso que no afirme

la huella de no verse

mas libre o mas atado que las puertas

giratorias del metro.

Olvida toda nieve,

es cosa del invierno

apagarse despacio

bajo el labio del estío,

y bebe de las alas

del batiente countryside,

o del lento crepúsculo

en University park

cuando a veces despuntan los destellos

de julio -cristalino-.

No ves que ahora la tarde

ya no es extraña ni oscura

y que cubre tu piel

con esta hierba de lino

que hoy viste tus pupilas.

Dejemos que el silencio nos habite

en el remanso de este parque,

pues, cuando el invierno repose

sus alas blancas -nuevamente-

en el dintel de tu ventana,

hallarás el camino de regreso,

siguiendo la alegría de tus pasos,

a un recuerdo de luz

donde mora el fulgor de toda dicha.

Piedra

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Una y otra vez las manos
golpean decididas
la ingravidez perfecta de la roca.
Una y otra vez nos resistimos
a ver de nuestro esfuerzo lo imposible
de pulir cada piedra y sus aristas.
Porque somos nosotros
los que por cada golpe
quedamos modelados
por el puño y la herida.
La piedra se convierte en el cincel
y nosotros en mármol
que a cada soplo se desgaja
en otra esquirla más de sufrimiento.
Tú,
roca madre del mundo,
eterna levedad que nos golpea,
que nos hace sangrar toda pestaña
y todo ombligo guiña sin remedio,
vertébranos callada,
paciente y decidida,
como buen artesano que aun espera
el fruto de la carne.
Convierte este desmayo en alimento,
la sed en agua viva
que brote profundísima y liviana
de nuestro yermo corazón de piedra.