XV
Nacimos para ser sin haber sido,
vivimos con la sed de no haber muerto,
morimos con la fe de haber vivido.
Tu soplo en mi conciencia, y habré creado este universo
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XV
Nacimos para ser sin haber sido,
vivimos con la sed de no haber muerto,
morimos con la fe de haber vivido.
La avispa de la duda,
una noche más frente al espejo,
aguijonea tu imagen,
el idílico deseo de ti mismo.
VIII
Y respiro con tu voz,
como dos almas unidas
intercambiamos alientos,
la luz, el odio.
La vida, en sí misma,
se abre paso,
continua firme hacia la nada.
Ella es el todo,
ella en si misma contiene la esencia necesaria
de toda luz, de todo fuego.
II
Tus labios han de ser
el rojo néctar del deseo,
desnuda fruta inaccesible
donde saciar la sed de los cautivos.
I
Solo bastó una mirada para decírnoslo todo.
Pues todo cabe en el roce
de dos pupilas cruzadas
por el madero del tiempo.
Solo bastó una mirada
para decírnoslo todo.
Pues todo cabe en el roce
de dos pupilas cruzadas
por el madero del tiempo.
Un beso me ofreciste en la mejilla, solo un beso, mas mi piel que es sensible, a cualquier estipendio de tu cuerpo, se ha quedado prendida, del vértice preciso de tus labios.
La luz que hubo en tu muerte
no fue la luz más pura,
pues sin dudar tu cerrada pupila
nos abrió más los ojos
que cualquier despedida.
A Mariano Galián Ballester, in memoriam
Suponer que no me miras
y que no me he dado cuenta,
es suponer que el mar no se percata
del pálpito lunar sobre sus aguas.