Poema basado en una oración de Teresa de Calcuta

«En mi corazón no hay fe, ni amor, ni confianza, hay tantísimo dolor, el dolor del anhelo»

Madre Teresa de Calcuta

Solo hay silencio en esta habitación. 

Siento una soledad tan profunda 

que dudo de si existo. 

No acierto a conocerme,

no queda ya ni el eco de mis pasos. 

Solo existe un vacío tan inmenso 

donde ya no me aguarda 

ni el anhelo de Dios. 

El está destruyendo todo en mí. 

Sin embargo me ahoga 

una sed innombrable 

cuyo origen ignoro

mas que siempre me arrastra. 

Esta sed sin sentido 

-a la que tan en vano me encomiendo- 

ni siquiera me sacia 

con su impulso constante,

pues tan solo conduce

a seguir más sediento. 

Esta sed que es mi emblema, 

mi último bastión, mi único designio conocido, 

me separa de ti. 

LLevatela, de pronto, mi Señor,

que no quiera aferrarme a su desdicha, 

y que pueda ser libre 

para ir a tu encuentro

con la fé verdadera 

del que no tiene nada.

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Un bote de Estrella

Un bote de cerveza,

si lo ves simplemente,

después de ser doblado y consumido,

pudiera ser solo una lata

sin más fin que caer en la apatía

del frío reciclaje.

Pero si es, en concreto,  

de Estrella de Levante,

su típico color, verde oliva, 

y sus clásicas letras,

hacen que sea un objeto 

que pudiera evocarnos un recuerdo 

muy cotidiano en nuestra tierra. 

Pero tal vez sea el efecto 

de la dulce cebada, 

y no los atributos del envase, 

lo que me llama la atención 

cuando la tengo entre mis manos, 

y, cual perro de Pavlov, 

asocio, por un simple conductismo, 

el objeto y el deseo. 

Aunque no es este caso  

el que os vengo a contar en estas líneas. 

Encerrado sine die,

por avatares del destino

que todos conocemos, 

lata en mano, mirada soñolienta, 

no ha sido el tacto del objeto 

ni su diseño familiar, 

siquiera ese sabor reconocible 

o el paladar acostumbrado 

lo que viene a mi mente

cuando cojo la lata en la despensa. 

Ha sido un pensamiento 

sobre aquellos recuerdos 

-los eternos amigos, la familia-

y, a veces, solamente,

el silencio interior en cualquier plaza  

mientras el bullicioso trajín a nuestro lado

de tantos viandantes

apenas importaba. 

Y la melancolía se hace dueña

del pálido momento 

en que un envase de hojalata 

deja de ser un simple objeto,  

y se transforma, por extraño 

que pueda parecer, 

en un cuenco sagrado, 

en un reducto mítico 

que ni el peso insoportable

de estas cuatro paredes,  

ni el tacto gélido del vaso 

que ahora con fuerza sostenemos,

podrán jamás arrebatarnos. 

La ducha rutinaria

La ducha rutinaria, 

si vuelvo del trabajo,

es una impuesta obligación,

por culpa de un mal virus, infecto y malicioso, 

tan puto y miserable 

que me hace no abrazar a quien me espera 

al regreso del duro cometido. 

Este virus ,que todo lo hace suyo,

los besos, las misivas, 

la ciencia o los poemas, 

ha de ser bien lavado, de forma escrupulosa, 

para borrar sus huellas invisibles. 


Y estando aquí desnudo, 

de pie, bajo la ducha, 

el agua se transforma

en un prodigio milagroso 

que arrastra todo aquello 

tocado por su mísera envoltura:  

-Los muertos que se marchan sin los suyos,

sin abrazo, sin dulce despedida,

los enfermos que luchan sin descanso, 

y todo aquel que sufre 

y yo no puedo sustentar, 

se pierde junto a él por el desagüe-. 


Y voy quedando solo,

tranquilo, ya en mi calma, 

lavando las heridas 

tocadas por el virus,  

tan limpio y tan absorto de mi mismo   

que mi carga se diluye, 

aguas abajo de esta ducha, 

y alcanzo la pobreza necesaria

para hallar en mi nada

el oculto valor de cada vida.

Preguntas

Preguntas

¿Somos la chispa del Big-Bang
o el eco inmaterial de su estallido?
¿La sustancia inflamable que trasciende
más allá del confín de las estrellas,
o tan solo el reflejo que traslucen
a través del vacío inescrutable?
¿Qué somos? -Me pregunto-:
¿la luz o su destello?

XVIII  (Aunque es de noche)

 

Hay una luz más profunda que la luz

enhebrando el cristal de la mañana

con un destello puro y lacerante,

aunque es de noche.

 

Yo sé de donde brota

y puedo ver su oculta claridad

en las negras pupilas de los hombres,

aunque es de noche.

 

Y aunque la hallo en cada rostro

no puedo contenerla,

irradia más allá de mi domino,

aunque es de noche.

 

Es tan pura la fuente donde mana

que solo puedo explicar lo que no entiendo

que esta llama tan viva nunca cesa,

aunque es de noche.

 

Y esta luz que se ofrece desde el fondo

solo busca prender en cada hombre

con el claro fulgor de su misterio,

aunque es de noche.

 

Pues rompe la razón de lo esperado,

penetra en la pupila de los hombres

y atiza un chispazo de esperanza,

aunque es de noche.

 

Yo solo soy la lente para el ojo

que os trasmite la luz como la observa

desde el mismo epicentro de su llama,

aunque es de noche.

 

Inspirado en la canción de Rosalía

I

El problema, en sí mismo, no es la vida.

La vida es sin nosotros;

se forma más allá de nuestras manos

y no precisa de su impulso

para prender la luz de la mañana.

 

La vida nos desborda

cuando queremos contenerla

en la concisa piel de nuestro tacto,

igual que se diluye

la gota incontenible del océano

cuando quiero encerrar toda su esencia

en la mano inocente de mi hijo.

 

Pero a pesar de su misterio,

a veces, por sorpresa,

como un ave delicada,

se posa en el papel

siguiendo el leve rastro de mi pluma.

Ahí es donde he logrado percibir,

tras el nítido reflejo de una imagen

que se forma sencilla sobre un folio,

el rostro verdadero de la vida,

el impulso creador que la sustenta

y la fuerza invisible de sus manos.

 

 

Beso

Beso

Medimos cada beso.

Lo usamos como arma arrojadiza,

como aguja en lugar de como hilo.

No suponen el logro del amor:

-Es solo la demanda del afecto

la que ofrecen si son en la mejilla-.

No buscan la caricia de otra fiebre

que humedezca las lágrimas o el iris.

Pues no hay obsequio sino súplica

que espera en su cinismo

la réplica distante

de otro labio sin pulso ni cadencia.