La ducha rutinaria,
si vuelvo del trabajo,
es una impuesta obligación,
por culpa de un mal virus, infecto y malicioso,
tan puto y miserable
que me hace no abrazar a quien me espera
al regreso del duro cometido.
Este virus ,que todo lo hace suyo,
los besos, las misivas,
la ciencia o los poemas,
ha de ser bien lavado, de forma escrupulosa,
para borrar sus huellas invisibles.
Y estando aquí desnudo,
de pie, bajo la ducha,
el agua se transforma
en un prodigio milagroso
que arrastra todo aquello
tocado por su mísera envoltura:
-Los muertos que se marchan sin los suyos,
sin abrazo, sin dulce despedida,
los enfermos que luchan sin descanso,
y todo aquel que sufre
y yo no puedo sustentar,
se pierde junto a él por el desagüe-.
Y voy quedando solo,
tranquilo, ya en mi calma,
lavando las heridas
tocadas por el virus,
tan limpio y tan absorto de mi mismo
que mi carga se diluye,
aguas abajo de esta ducha,
y alcanzo la pobreza necesaria
para hallar en mi nada
el oculto valor de cada vida.
Un abrazo, Juanjo. Y mucho ánimo.
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Gracias Juan, simpre nos quedará la poesía. Un abrazo a ti también
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Gracias
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Muy bien explicado el sentimiento de los que estais en primera línea. Un abrazo chillao
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Me ha gustado mucho… Sobre todo la segunda estrofa. Ánimo Juanjo
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Gracias son tiempos duros pero saldremos adelante . Un abrazo
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Cuidate.. gracias por cuidarnos
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