Redoble de serpientes
Llegó la soledad.
Parálisis de noche oscura
que se revuelve turbia
y aprieta su mordaza gota a gota,
atornillándome los labios.
Llegó la soledad.
Y ni si quiera el vuelo abigarrado
hacia la estepa blanca de unas manos,
confunde su dentera, su quejido.
Llegó la soledad.
Alma y sombra,
danza estridente, descompuesta
donde la fiera bebe de tu ombligo
y esperas sudoroso,
a que muerda su lengua en tu vacío.
«Nuevo manual de inexperiencias, Devenir, 2011»