Aveces las cenizas son suficientes, para de nuevo ver la llama eterna.
VII. La llama eterna
Para Antonia Galian Jiménez
Tras la puerta
la plenitud de tus ojos
desbordaba el instante
y su letargo,
incendiando la llama
que latente se esconde en mis pupilas.
Después del infierno
de las horas sin tregua
de cuchillos voraces,
que armados con el filo de la duda
desangraban solemnes
cada gota, cada perla
transparente,
que encontramos dormida en tus mejillas.
Después que derramados
en la escarpada sinrazón de los cautivos,
andando como un río sin caderas
que diluye cicatrices -anegadas-
en la anestesia intermitente de los días.
Después apareces
tras la puerta
-sigilosa-
expandiendo el instante
cual halo que palpita
misterioso,
en el profundo centro del olvido.
«Nuevo manual de inexperiencias», 2011, Devenir.