Eloy Sanchez Rosillo


Entonces

 

Nadie nos escucho, nadie lo supo.

Pero tú si me oíste hasta el fondo de ti

y sin ninguna duda lo supiste.

También yo estuve al tanto

de aquel decir cifrado de tus ojos

que, trémulo y audaz, iba llegándome

para que yo tan solo logrará comprenderlo.

Y no, no pudo ser, no pudo ser,

porque hay cosas que no deben cumplirse,

aunque con tanta fuerza y anhelantes

broten de lo más hondo.

Qué tremenda verdad de luz tan triste

y de tan lenta muerte.

Muerte que nunca muere y que es también

infinita alegría, pues nació

de un centro eterno y puro.

 En algún otro mundo, en otra vida

de las que nos aguardan en la rueda del tiempo,

sucederá de nuevo y para siempre

ese fuego hermosísimo que ahora

no alcanzó a propagarse

sino en las galerías del deseo.

Y entonces arderá como él disponga,

con la voracidad de su albedrío,

sin que nada ni nadie nos salve de sus llamas

ni consiga impedir que nos calcine.  

 

Oír la luz. Eloy Sánchez Rosillo

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